DIA DEL PERIODISTA
CON UNA PRENSA CON LIBERTAD
Para los trabajadores de la prensa de estos tiempos, a quienes el sacrificio de su integridad física significa poco, con tal de cumplir con el deber de informar sobre la verdad de cuanto es de interés ciudadano, la conmemoración del Día del Periodista es una valiosa oportunidad para ratificar la firme decisión de continuar perseverando en una profesión que es expresión elevada de nobleza, sacrificio y grandeza cívica.
Si bien es cierto que los cambios sociales, económicos y políticos, que se vienen produciendo desde hace dos décadas, han dado lugar a una total redefinición de la vida cotidiana de la humanidad, también es verdad que hoy los clásicos factores de la tarea de comunicar están sometidos a cambios drásticos en su naturaleza, ello como consecuencia de una tecnología, cada vez más amigable, que nos brinda la valiosa oportunidad de transmitir y compartir con alguien o, si se prefiere, de interpretar lo que otros hacen, asumiendo el axioma de que es imposible no comunicar lo que la colectividad humana exige.
La convocatoria para asumir con más entereza el trabajo periodístico con los recursos que nos facilita la nueva tecnología, en consecuencia, está dada, más aún cuando la sociedad peruana, que es la que nos preocupa en lo inmediato, afronta uno de sus momentos más complejos, con una acumulación de grandes problemas en el orden social, que nos hablan de inclusión y de redención de los marginados, pero que hasta la fecha, más allá de las palabras, no logran respuestas que salgan de esas murallas inaccesibles del poder económico que, carente de sensibilidad, no sabe de desprendimientos espontáneos.
La labor del periodista resulta, de esta manera, vital en esas circunstancias. Más todavía cuando, así como las élites económicas tienen escasa disposición a democratizar parte de sus expectativas en aras del bienestar general, pese al deterioro en la capacidad adquisitiva de sectores medios y bajos, por otra parte el poder político se enreda en sus propias pasiones y altercados domésticos. Todo ello, mientras crece la trama social de los sectores populares urbanos, donde se combina una situación de marginalidad espacial con otra de informalidad laboral, la misma que guarda relación con la angustia de las comunidades campesinas y nativas que, luego de tantos años de frustraciones, ahora levantan su voz de protesta en defensa de la integridad ancestral de las tierras que les sirven de vivienda, ocupación y sustento o del acceso justo a la riqueza que genera la explotación de las mismas.
Tal es la realidad de un país como el nuestro, en donde los riesgos de un narco-Estado van en aumento, mientras falsos profetas encuentran, en la reformulación de la lucha contra ese terrible mal, oportunidad para oponerse por oponerse, olvidando sus propios fracasos o falta de idoneidad especializada para terminar con una de las peores lacras que hacen daño a la humanidad; en donde, de igual modo, la corrupción administrativa sigue campeando en cada uno de los Poderes del Estado, tanto como en la sociedad civil, dando a entender que el crimen tiene mil rostros y un mismo fin: el enriquecimiento ilícito, aún a costa del derecho a la vida de los demás.
Por todo lo señalado, en el Día del Periodista nos corresponde romper el silencio y lanzar a todos los horizontes nuestra palabra de aliento, como organización fundadora del gremialismo de los periodistas peruanos, para que cualquiera sea el pensamiento que les anima o la visión que tienen del futuro de la nación, participen activamente en la tarea común de informar, interpretar y opinar en todo aquello que permita demostrar que la pobreza, la exclusión social, la injusticia y la desigualdad entre seres humanos, no son fruto inevitable de leyes naturales o irreversibles o de la mala suerte o de la escasa capacidad para la construcción un país mejor.
La fecha, del mismo modo, nos conduce a recordar, con sentimiento fraterno, a todas y todos los compañeros de profesión que ofrendaron su vida en aras del trabajo periodístico, así como a quienes, en este momento, están privados de la libertad o se encuentran querellados por investigar y revelar las malas andanzas de funcionarios corruptos o de personajes involucrados en actos delincuenciales. Tenemos la esperanza que habrán tiempos mejores y que nuestro compromiso de defender y proteger a nuestros compañeros y compañeras, será siempre infatigable, cualquiera sea el lugar, la hora o donde quiera que se encuentren.
Han transcurrido sesenta años de la institucionalización del Día del Periodista por iniciativa legislativa de los diputados Augusto Peñaloza Vega y José Faura Bedoya, miembros de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú. A ellos nuestro reconocimiento, porque hicieron del foro parlamentario, la tribuna idónea para decirle al mundo entero, que aquí, el 1 de octubre de 1790, se editó el primer diario de América Latina, con esa identidad creciente de hablar con la verdad ante el pueblo soberano.
Si bien es cierto que los cambios sociales, económicos y políticos, que se vienen produciendo desde hace dos décadas, han dado lugar a una total redefinición de la vida cotidiana de la humanidad, también es verdad que hoy los clásicos factores de la tarea de comunicar están sometidos a cambios drásticos en su naturaleza, ello como consecuencia de una tecnología, cada vez más amigable, que nos brinda la valiosa oportunidad de transmitir y compartir con alguien o, si se prefiere, de interpretar lo que otros hacen, asumiendo el axioma de que es imposible no comunicar lo que la colectividad humana exige.
La convocatoria para asumir con más entereza el trabajo periodístico con los recursos que nos facilita la nueva tecnología, en consecuencia, está dada, más aún cuando la sociedad peruana, que es la que nos preocupa en lo inmediato, afronta uno de sus momentos más complejos, con una acumulación de grandes problemas en el orden social, que nos hablan de inclusión y de redención de los marginados, pero que hasta la fecha, más allá de las palabras, no logran respuestas que salgan de esas murallas inaccesibles del poder económico que, carente de sensibilidad, no sabe de desprendimientos espontáneos.
La labor del periodista resulta, de esta manera, vital en esas circunstancias. Más todavía cuando, así como las élites económicas tienen escasa disposición a democratizar parte de sus expectativas en aras del bienestar general, pese al deterioro en la capacidad adquisitiva de sectores medios y bajos, por otra parte el poder político se enreda en sus propias pasiones y altercados domésticos. Todo ello, mientras crece la trama social de los sectores populares urbanos, donde se combina una situación de marginalidad espacial con otra de informalidad laboral, la misma que guarda relación con la angustia de las comunidades campesinas y nativas que, luego de tantos años de frustraciones, ahora levantan su voz de protesta en defensa de la integridad ancestral de las tierras que les sirven de vivienda, ocupación y sustento o del acceso justo a la riqueza que genera la explotación de las mismas.
Tal es la realidad de un país como el nuestro, en donde los riesgos de un narco-Estado van en aumento, mientras falsos profetas encuentran, en la reformulación de la lucha contra ese terrible mal, oportunidad para oponerse por oponerse, olvidando sus propios fracasos o falta de idoneidad especializada para terminar con una de las peores lacras que hacen daño a la humanidad; en donde, de igual modo, la corrupción administrativa sigue campeando en cada uno de los Poderes del Estado, tanto como en la sociedad civil, dando a entender que el crimen tiene mil rostros y un mismo fin: el enriquecimiento ilícito, aún a costa del derecho a la vida de los demás.
Por todo lo señalado, en el Día del Periodista nos corresponde romper el silencio y lanzar a todos los horizontes nuestra palabra de aliento, como organización fundadora del gremialismo de los periodistas peruanos, para que cualquiera sea el pensamiento que les anima o la visión que tienen del futuro de la nación, participen activamente en la tarea común de informar, interpretar y opinar en todo aquello que permita demostrar que la pobreza, la exclusión social, la injusticia y la desigualdad entre seres humanos, no son fruto inevitable de leyes naturales o irreversibles o de la mala suerte o de la escasa capacidad para la construcción un país mejor.
La fecha, del mismo modo, nos conduce a recordar, con sentimiento fraterno, a todas y todos los compañeros de profesión que ofrendaron su vida en aras del trabajo periodístico, así como a quienes, en este momento, están privados de la libertad o se encuentran querellados por investigar y revelar las malas andanzas de funcionarios corruptos o de personajes involucrados en actos delincuenciales. Tenemos la esperanza que habrán tiempos mejores y que nuestro compromiso de defender y proteger a nuestros compañeros y compañeras, será siempre infatigable, cualquiera sea el lugar, la hora o donde quiera que se encuentren.
Han transcurrido sesenta años de la institucionalización del Día del Periodista por iniciativa legislativa de los diputados Augusto Peñaloza Vega y José Faura Bedoya, miembros de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú. A ellos nuestro reconocimiento, porque hicieron del foro parlamentario, la tribuna idónea para decirle al mundo entero, que aquí, el 1 de octubre de 1790, se editó el primer diario de América Latina, con esa identidad creciente de hablar con la verdad ante el pueblo soberano.
Lima, octubre 2011
COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL