Un artículo necesario e interesante que pone los puntos sobre las íes en un debate que se cae por maduro y se frena por inconveniente.
Yo quiero partir de la idea general de que los medios de comunicación brindan un servicio público. Sin entrar en los detalles de normativas, materia en la que hay gente mucho más experta que uno, cuando hacemos énfasis en esta idea de que se trata de empresas privadas que hacen algo al público (esto es, a la ciudadanía), podemos pensarlos desde su tangibilidad. Son públicos; por ende, no son autónomos: se rigen bajo leyes que son discutidas (o deberían serlo) por la ciudadanía, la sociedad civil, los partidos, las organizaciones, etcétera.
Sin embargo, hemos olvidado lo que "lo público" significa. Los medios de comunicación masiva son, en efecto, empresas privadas que lucran, pero no pueden hacer lo que les da la gana. "Lo público" tiene que ver con lo común a los ciudadanos, con aquel lugar (físico, simbólico) donde los ciudadanos y ciudadanas se encuentran, discuten, debaten, se tensan y llegan a un acuerdo sobre su uso (y disfrute) compartido: un parque, un colegio, una universidad. ¿Qué queremos de todos estos lugares? ¿Para qué nos sirven? Recuperar el sentido de lo público no solamente implica que estén a disposición de todos, sino también que reconozcamos que sin ese lugar común no hay ciudadanía posible. Es la vuelta de tuerca de ese proceso que nos llevó de ser ciudadanos a consumidores, a ser ciudadanos de nuevo. Peor aun: en una América Latina donde no todos han sido considerados ciudadanos antes ni nunca. "Lo público" tampoco es un privilegio otorgado.
"Lo público" se conquista, se toma, se reclama, se exige. Aquí hay mucha confusión incluso entre lo estatal y lo público. No se trata de "nacionalizar" o "estatizar", sino, por el contrario, de hacerlo...
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