Fidel Herrera, cuya administración se ha caracterizado por la frivolidad y un desmedido culto a la personalidad, ha dispuesto de sumas millonarias para crear y difundir en los medios una imagen propia y de su gobierno. Pintando de rojo el estado y bautizando con su nombre desde carnavales locales hasta fracasados equipos de futbol, ha propalado un mensaje en el cual es el diálogo la base de la gobernabilidad democrática que presuntamente sostiene su gobierno. Con ello ha querido construir un perfil de político abierto y respetuoso de la ley y el diálogo. Sin embargo, graves hechos de violencia gubernamental y de criminalización de las luchas ciudadanas lo contradicen y nos hacen pensar que algo muy grave ocurre en ese estado.