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Aún así, en medio de este fuego cruzado, también queda un espacio de reflexión para quienes informamos o generamos opinión pública, A la luz de los hechos, es bueno mirar con ojos críticos nuestro desempeño; es tiempo de autoevaluar nuestro accionar periodístico; es hora de actuar conforme manda nuestra conciencia.
Los hechos saltan a la vista… Marchas de toda índole, enfrentamientos, violencia institucionalizada, gases lacrimógenos, palos, piedras, balines, balas; muertos, heridos, gritos, agresiones verbales, insultos, golpes a periodistas y a reporteros gráficos, intolerancia, desenfreno y abuso de poder… No es, precisamente, lo que ocurre en lugares alejados, es una realidad que estamos viviendo en nuestras propias narices.
Ante la claridad y la dureza de las imágenes, nadie (menos los propios periodistas) puede quedarse de brazos cruzados o con la boca cerrada por el miedo, por la autocensura o por la simple indiferencia… En momentos como éste es oportuno, justo y necesario gritar a los cuatro vientos que en un país "democrático, independiente, libre y soberano" no se puede aceptar y menos tolerar ataques (vengan de donde vengan) al trabajo periodístico, que en buenas cuentas, son ataques en contra de la libertad de expresión, de la libertad de prensa, del derecho a informar y a estar informados y, lo que es peor, son golpes arteros y cobardes en contra del propio sistema democrático.
En nuestro país, "oficialistas" y "opositores" se llenan la boca para hablar de derechos democráticos y de garantías constitucionales, sin embargo, nadie hace nada efectivo para pisar el freno y poner un alto a este tipo de agresiones que, definitivamente, atentan contra el ejercicio de un periodismo plural, honesto y responsable.
¿Qué hacen autoridades de Gobierno?, ¿qué hacen los políticos de turno?, ¿qué hacen los "honorables" diputados y senadores?, ¿qué hace el Ministerio Público?, ¿qué hace el Defensor del Pueblo? La respuesta es obvia; poco o nada pues, por ahora, sólo se limitan a respirar, a opinar y a emitir encendidos discursos, sin poner en práctica medidas concretas, serias y contundentes para identificar y sancionar a los responsables de las agresiones y así sentar un precedente para que a futuro no se repitan acciones de amedrentamiento, de fuerza y de violencia desmedida en contra de hombres y mujeres de prensa que, en su mayoría, son sólo obreros de la información.
Por donde se mire, hay instancias que deben garantizar el ejercicio periodístico y también hay mecanismos para frenar -de una vez por todas- los ataques en contra de periodistas y de medios de comunicación. En democracia, señores, valen las disidencias, valen las críticas sanas y constructivas; no todos pensamos igual y por eso debemos cultivar una cultura de la tolerancia y del respeto por los demás; esa es, talvez, la mayor riqueza de un modelo democrático.
Aún así, en medio de este fuego cruzado, también queda un espacio de reflexión para quienes informamos o generamos opinión pública. A la luz de los hechos, es bueno mirar con ojos críticos nuestro desempeño; es tiempo de autoevaluar nuestro accionar periodístico; es hora de actuar conforme manda nuestra conciencia; es momento de refrescar la memoria y de no perder de vista, nunca, principios fundamentales como el equilibrio informativo, el apego a la verdad sobre todas las cosas, la libertad, la honestidad a toda prueba y, sobre todo, el respeto por nosotros mismos y por el público (lectores, radioescuchas o televidentes) que merece estar ================bien informado================
sin medias tintas, sin medias verdades; sin exageraciones de ninguna índole, sin falsos apasionamientos pero sí con meridiana claridad, con fuerza, con sencillez y con absoluta responsabilidad.